¡Qué curioso! Este año se convierte en una década que la nota tejida de un cantoral publicado en 1598 cobró vida. Hace una década, que Phillipe Rogier y Gery Gershem me acompañaron a La Catedral de Quito. Fue increíble, era el momento cúspide de una hazaña que me llevaría 8 años para encontrar las conexiones precisas. El día domingo de resurrección, sentí amistad con quienes conocí en partituras. El Coro Mixto de La Ciudad de Quito, se convirtió en un puente hacia un pasado inolvidable. Anticipé a una ola de académicos, para convertirme en la primera fuerza de impulso para la interpretación de una de las seis Misas Polifónicas más representativas de una era dorada: “Missa Phillipus II Rex Hispaniae”.
Todas las personas que asistieron fueron encantadas por un hechizo de melodías simultáneas. En la nave principal, con una acústica de antaño que armonizó: voces, espíritu y elegancia, mentes, corazones de nobles y comunes unidos. El puente ya materializó y caminando lo cruzamos hacia otro tiempo. Nos convertimos en testigos de la grandeza del pensamiento musical del siglo XVI.
Fueron diez años de ventarrones y oleaje, en que me encontré rodeado de demonios encarnados. Aquellos que querían silenciar y apagar la llama. Ante tanta tempestad, pedí a Dios que si era su voluntad que se formalice para su mayor gloria, de lo contrario me retiraría en paz; pues ya estaba cansado (fue un milagro). ¡Ocho años! Ocho años de lucha y enfrentándome al pensamiento que quizás el cantoral era un proyecto demasiado grande, y mis sueños demasiado lejos para aterrizar.
Pues Dios me lo concedió, El humanismo del Renacimiento me envolvió. Acústicamente estaba presente. El “Yo” individualista, el “Yo” impulsor, el “Yo” racional e instruido, el “Yo” emprendedor. Todos en la noche del 4 de abril de 2010 unidos: compositor, discípulo, coro, director, público, hermanados en una solemnidad sonora de disciplina, humildad, profesionalismo y entrega total.
En el recorrido de este proyecto pude conocer a un grupo de la Universidad de Indiana, “Ensamble Lipzodes”, con quienes dos años después se pudo ejecutar dos obras más, en las iglesias más hermosas de Quito: La Compañía, Convento de San Francisco y Guápulo. Durante la celebración del festival de música sacra en Quito.
La pasión por un sueño es el motor de un proyecto, y aunque tome tiempo es posible realizarlo.