¿Se interesan los alumnos por las materias escolares?

Cada período escolar los profesores nos encontramos con nuevos alumnos a quienes intentaremos enseñar, guiar o formar para la vida, pero la verdad es que no resulta tan sencillo hacerlo, ya que el entorno familiar y social influye de tal manera que independientemente de las responsabilidades administrativas [planificaciones, informes, evidencias de todo tipo y más…], nuestro reto diario es en el aula, y es ahí que nos enfrentamos con un grupo humano totalmente heterogéneo en todo sentido, alumnos muy despiertos, retraídos, inquietos, irrespetuosos, burlones, simpáticos, confianzudos, apáticos, somnolientos e incluso los interesados en estudiar. La buena noticia es que debemos captar su atención y dar una clase. En las siguientes líneas, procuraremos parafrasear a Michel Saint-Onge además de algunos aportes por así decirlo que nos ha enriquecido el trabajo en las aulas por veintiocho años. Preguntamos entonces ¿Interesa a nuestros alumnos las materias escolares?

En honor a la verdad, y a la experiencia podemos afirmar que a pocos alumnos les interesa verdaderamente las materias y sus contenidos. Ante tan grande dificultad, los profesores debemos promocionar y vender cada una de nuestras materias para llamar su atención y así influir en su dedicación al estudio. Esto implica retos no muy sencillos, pero necesarios si queremos tener éxito en nuestra labor.

El reto principal constituye la calidad de la enseñanza de los profesores, la enseñanza que implica métodos, técnicas, estrategias y actividades, deben ser muy activas y participativas de tal manera que sean éstas las que despierten en los alumnos mayor interés que la misma materia. El dominio que ha de tener el profesor de las técnicas de enseñanza es tan decisivo como el dominio de la propia asignatura. Entre otras podemos aportar con varias estrategias que pueden ayudarnos a conseguir un buen clima educativo en nuestras clases:

Las técnicas para excitar su curiosidad, ofrecer estímulos nuevos con preferencia utilizar los que les son familiares a los alumnos, plantear interrogantes antes de aportar con informaciones nuevas, variar el ritmo o la intensidad de la comunicación verbal, hacer que el alumno participe en la discusión o en el proceso de aprendizaje [mejor que exigirle su atención pasiva], responder a las intervenciones de los alumnos con el fin de cuidar su participación, etc.

La cantidad del contenido, con un contenido pobre se corre el riesgo de aburrir a los chicos dando a entender que no merece la pena tomarse en serio los estudios, el profesor por lo tanto, debe abarcar abundante información para así demostrar a los estudiantes que hay nuevos conocimientos por aprender y que hay que prestar atención, en lo posible se recomienda que las informaciones que damos a los jóvenes sean realmente muy interesantes y hasta sorprendentes, podemos asegurar que eso les mantiene atentos, despiertos y motivados.

Orientar las actividades, Un alumno motivado debe ser orientado, saber a dónde tiene que dirigir sus esfuerzos, es aquí donde los profesores debemos ser muy claros y precisos en nuestros objetivos, decirles a nuestros alumnos y recordárselos frecuentemente. No perder de vista las tres condiciones esenciales para un buen aprendizaje: el diseño de un proyecto, la adopción de un método y la obtención de resultados esperados.

El estilo de enseñanza, esto comprende una serie de actividades que proponemos a los alumnos, éstas deben ser pensadas y diseñadas en sus necesidades, antes que en nuestras aptitudes personales. Al respecto no existe una receta que funcione de manera homogénea, todo dependerá del grupo destinatario de una clase. Podría resultar una serie de trabajos cortos, actividades en base a ciertas consignas, un trabajo por objetivos, eso sí, siempre planificadas y controladas por el profesor. Para conseguirlo se debe: especificar los aprendizajes que se espera alcanzar, conocer las características de los alumnos, descubrir el ambiente propicio, crear actividades para aprender, variar las actividades, etc.

En conclusión, la tarea educativa exige vocación, entrega, preparación constante, creatividad y muchas cualidades que hacen única nuestra labor, sea la recompensa grata o ingrata, quienes sentimos la docencia moriremos de pie con un libro y frente a nuestros alumnos. Formar a los niños y jóvenes de hoy resulta bastante complejo, pero los profesores debemos empoderarnos de nuestra pasión y demostrar al mundo de qué estamos hechos.